Democracia degenerada
- Representación, división de poderes y pluralismo son los principios democráticos esenciales. La partitocracia y el populismo los desnaturalizan, los corrompen y los pervierten, desde ángulos distintos. Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
.....Cuando los partidos copan la Administración pública, ponen la sociedad a su servicio
La partitocracia desvirtúa la división de poderes porque los
concentra en los grandes partidos mayoritarios e impide la función de control
entre los distintos órganos estatales. Como hemos visto, los partidos políticos
son un efecto inevitable del principio pluralista. Hoy la democracia es una democracia de partidos, no de individuos aislados. Pero esta legítima democracia de
partidos se convierte en
partitocracia cuando uno o varios de entre de ellos, desde luego los más importantes, se ponen de acuerdo para ejercer un poder
trasversal que se apodera de los distintos órganos del Estado e impide la
posibilidad de controlarse mutuamente. La
garantía para el buen funcionamiento democrático que supone la división de poderes queda desactivada. Falla un principio esencial de la
democracia.
Una primera consecuencia es que la Administración pública no cumple con el mandato constitucional de
servir a los intereses generales si los partidos copan, mediante los cargos de
confianza que designan, la dirección de los órganos de la Administración,
arrinconando así a los funcionarios que ocupan sus plazas en virtud de los
principios constitucionales de mérito y capacidad. Esta Administración es la que debe conceder permisos y
subvenciones a las empresas, asociaciones y particulares, entre ellos otorga
las licencias a los medios de comunicación audiovisual. Así, pone la sociedad a su servicio en
lugar de estar ellos al servicio de la sociedad.
Si añadimos que son estos mismos
partidos quienes designan a los miembros de órganos constitucionales (Tribunal Constitucional, Consejo
General del Poder Judicial, Defensor del Pueblo, Tribunal de Cuentas) y a los
órganos reguladores (Banco de España, Mercado de la Competencia, Consejos de RTV, etcétera), que por su naturaleza deben ser independientes, se ve claro que los poderes tienen un amplio campo para ser
ejercidos sin frenos ni contrapesos, sin controles. El principio de división de poderes se
vulnera y todo el edificio del Estado democrático de derecho queda seriamente
dañado.
La solución no es la de los
populistas, que cambian de forma sustancial el sistema en su conjunto.......
Conclusión:
La partitocracia es una forma
corrupta de democracia porque vulnera el principio de división de poderes y
desvirtúa todos los demás. Pero la solución no es el
populismo, que arrasa con todos los principios democráticos y cambia de forma
sustancial el sistema en su conjunto. La solución está
en la regeneración democrática de las instituciones mediante una reforma que
haga respetar los principios: una buena
democracia representativa, una verdadera división de poderes y un respeto al
pluralismo. Frente a
las formas degeneradas y corruptas, las soluciones regeneradoras y reformistas.
Recordatorio a enlace.
Máxima difusión. Blog de Derecho administrativo. Iuslexblog. Análisis Sentencia del T.Constitucional sobre determinados artículos de la Ley 1/2011 de 17 de febrero de Reordenación del sector público Andaluz= Lo dice alto y claro; es grave la reinterpretación que hace el Tribunal sobre el petitum del recurrente. El altamente didáctico voto particular merece la pena ser leído ...Cinco páginas de conceptos claros y sencillos, en el que se realiza una recopilación del acervo administrativo en el campo de vaciamiento competencial de las funciones administrativas, huida del derecho administrativo incluida, cuyo punto álgido se encuentra en la página 4, cuya transcripción realizamos " El propio legislador andaluz parece, por otra parte, contradecirse a si mismo....en el mismo ordenamiento andaluz....
Democracia degenerada
- Representación, división de poderes y pluralismo son los principios democráticos esenciales. La partitocracia y el populismo los desnaturalizan, los corrompen y los pervierten, desde ángulos distintos. Francesc de Carreras es profesor de Derecho Constitucional.
La idea de las formas políticas corruptas proviene
de Aristóteles. A las formas políticas puras, es decir, la monarquía (gobierno de
uno), la aristocracia (de una élite) y la democracia (del pueblo), el clásico griego oponía las formas corruptas como degradación de las puras: tiranía, oligarquía y demagogia, respectivamente.
Hoy en día, aunque la realidad ha cambiado mucho,
nuestras democracias contemporáneas pueden degenerar, entre otras formas
corruptas, en partitocracia y en populismo, no muy alejadas de las ideas de
oligarquía y demagogia de las que hablaba Aristóteles.
La democracia hoy, en su esencia, sigue
siendo, efectivamente, el gobierno del pueblo. Ahora bien, la democracia no es una finalidad sino un simple
instrumento, el más adecuado, la mejor forma de gobernar un Estado, o la peor a
excepción de todas las demás, como irónicamente dijo, al parecer, Winston
Churchill. Porque,
recordemos, la finalidad de todo Estado —de
toda estructura política, también las supraestatales (como la UE) y las
infraestatales (como las CC AA y municipios)— es asegurar la libertad y la igualdad de todos los ciudadanos
mediante la garantía de los derechos civiles, políticos y sociales que figuran
en los textos constitucionales. Es decir, la
democracia determina el sujeto del poder político y los límites para ejercerlo,
no su objetivo, que es la “igual libertad” de todos. La democracia es, por tanto, una simple
técnica, un instrumento, para alcanzar este objetivo.
Ese instrumento está basado en tres grandes
principios que son requisito indispensable para su buen funcionamiento: la representación política, la
división de poderes y el pluralismo. Si alguno falla, el
instrumento no sirve, la democracia queda inutilizada para la finalidad que se
propone.
La representación política
significa que los ciudadanos, mediante elecciones y por un tiempo
limitado, otorgan a determinadas personas, de forma directa o indirecta, el
poder político. La
división de poderes consiste, sustancialmente,
en que el poder no está concentrado sino que las diversas funciones del Estado
son ejercidas por órganos distintos, los cuales, además, se controlan
mutuamente. El pluralismo
presupone que en la sociedad coexisten
diversos intereses, valores e ideas que deben ser reconocidos y protegidos
porque son un valor en sí mismos, dado que en todo sistema democrático la
discrepancia y la contraposición de opiniones son la fuente previa a toda
decisión política y un requisito necesario para que resulte acertada. Un
reflejo imprescindible del principio pluralista son los partidos políticos que,
a nuestros efectos, adquieren una especial relevancia.
Representación, división de poderes y pluralismo son, por
tanto, los principios
indispensables que configuran a las democracias. Pues bien, la partitocracia y el populismo, desde ángulos
distintos, vulneran algunos de estos principios y, por esta razón,
desnaturalizan la idea de democracia, la corrompen y la pervierten. En
apariencia las formas son democráticas, en su funcionamiento el Estado deja de
serlo porque el objetivo de la “igual libertad” a la que antes nos referíamos
no puede alcanzarse, dado que el instrumento es defectuoso y no sirve para la
finalidad pretendida.
Cuando los partidos copan la Administración pública,
ponen la sociedad a su servicio
La partitocracia desvirtúa la división de poderes porque los
concentra en los grandes partidos mayoritarios e impide la función de control
entre los distintos órganos estatales. Como hemos visto, los partidos políticos
son un efecto inevitable del principio pluralista. Hoy la democracia es una democracia de partidos, no de individuos aislados. Pero esta legítima democracia de
partidos se convierte en
partitocracia cuando uno o varios de entre de ellos, desde luego los más importantes, se ponen de acuerdo para ejercer un poder
trasversal que se apodera de los distintos órganos del Estado e impide la
posibilidad de controlarse mutuamente. La
garantía para el buen funcionamiento democrático que supone la división de poderes queda desactivada. Falla un principio esencial de la
democracia.
Una primera consecuencia es que la Administración pública no cumple con el mandato constitucional de
servir a los intereses generales si los partidos copan, mediante los cargos de
confianza que designan, la dirección de los órganos de la Administración,
arrinconando así a los funcionarios que ocupan sus plazas en virtud de los
principios constitucionales de mérito y capacidad. Esta Administración es la que debe conceder permisos y
subvenciones a las empresas, asociaciones y particulares, entre ellos otorga
las licencias a los medios de comunicación audiovisual. Así, pone la sociedad a su servicio en
lugar de estar ellos al servicio de la sociedad.
Si añadimos que son estos mismos
partidos quienes designan a los miembros de órganos constitucionales (Tribunal Constitucional,
Consejo General del Poder Judicial, Defensor del Pueblo, Tribunal de Cuentas) y a los
órganos reguladores (Banco de España, Mercado de la Competencia, Consejos de RTV, etcétera), que por su naturaleza deben ser independientes, se ve claro que los poderes tienen un amplio campo para ser
ejercidos sin frenos ni contrapesos, sin controles. El principio de división de poderes se
vulnera y todo el edificio del Estado democrático de derecho queda seriamente
dañado.
La solución no es la de los
populistas, que cambian de forma sustancial el sistema en su conjunto
Los populismos suelen surgir como reacción frente a
las partitocracias y, a veces, acaban destruyendo a la democracia misma al sustituir los
principios de representación política, división de poderes y pluralismo por sus
contrarios: consultas directas a los ciudadanos, concentración de
poderes y partido único o liderazgos carismáticos.
De entrada, dividen a la sociedad
en dos partes, las élites y el pueblo. Pero a condición de que sólo es el pueblo
quien está legitimado para gobernar y la mejor forma de hacerlo es la consulta
directa, sin mediar representación alguna. De ahí que la buena democracia sea la llamada democracia
participativa, aunque los participantes sean una pequeña fracción del pueblo.
De ahí la importancia que se da a las manifestaciones callejeras, consultas y
referendos, considerados como la expresión de la voluntad del pueblo auténtico.
Al final, es el líder máximo (siempre bueno, justo y honrado) quien tiene
capacidad para interpretar esta voluntad. Los populismos suelen derivar en dictaduras, de uno u
otro signo.
La partitocracia es una forma
corrupta de democracia porque vulnera el principio de división de poderes y
desvirtúa todos los demás. Pero la solución no es el
populismo, que arrasa con todos los principios democráticos y cambia de forma
sustancial el sistema en su conjunto. La solución está
en la regeneración democrática de las instituciones mediante una reforma que
haga respetar los principios: una buena
democracia representativa, una verdadera división de poderes y un respeto al
pluralismo. Frente a
las formas degeneradas y corruptas, las soluciones regeneradoras y reformistas.
Francesc de Carreras es profesor de Derecho
Constitucional.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Identifícate para poner comentarios.
Los comentarios solo se podrán poner durante unos días...