viernes, 11 de marzo de 2016

De lectura imprescindible. La prescripción de la vergüenza, por Carlos Marmol. “Lo peor no es el fraude de los cursos. Es la imposibilidad de perseguirlo = Las verdades del Régimen instaurado por los einsteins psociolistos y sus adlateres; ¿Prescripción por larga posesión de fondos? o ¿como hacer todo lo posible para burlar la ley sin que se note? el resultado de esta farsa lo pagamos todos.Las consecuencias inasumibles : "La impunidad premia el delito, induce a su repetición y le hace propaganda; estimula al delincuente y contagia con su ejemplo". Eduardo Galeano.

San Agustín escribe en el libro sexto de sus Confesiones que el tiempo sólo es una convención del presente continuo. Ni pasado ni futuro existen, salvo como tiempos mentales y ficticios. El único reloj real es el que señala el instante. Tras una semana escuchando en el Parlamento la cuerda de interventores, sección comisión de investigación de los cursos de formación, que se celebra en un salón con cortinas decimonónicas y bedeles de gala, uno llega a la conclusión de que estaba en lo cierto. El tiempo imaginario es la trama de esta comedia cuyo título podría ser: Prescripción por larga posesión de fondos. O también: Cómo hacer todo lo posible para burlar la ley sin que se note. Son títulos largos, es cierto, pero también son exactos.

Los interventores, cuyo juicio se basa en el análisis aleatorio de algunos expedientes, como si no les pagáramos para que los revisaran todos, han relatado en Versalles, unos con más expresividad, otros con la frialdad propia de los burócratas cuya función consiste en fabricar excusas, los problemas que tenían para inspeccionar las subvenciones de la Junta que son la madre de todas las corrupciones de la República Indígena. El espectáculo de ver al aire libre las tripas del susanato ha sido agotador. Y arroja matices suficientes para que cada grupo político haga una interpretación particular, a la carta, que es lo que va a ocurrir. Un ciudadano no versado en las mentiras peronistas de las Cinco Llagas sacaría otra conclusión: el dinero (de todos) se repartía (entre algunos) con asombrosa alegría. Sin papeles. Sin rendir cuentas. En función de intereses ignotos. Nadie controlaba nada. Las exoneraciones eran masivas. Los expedientes se perdían en los traslados. Los incumplimientos legales recibían la justificación de la falta de medios. Carpetas vacías, papeles que nunca llegan. Un auténtico desastre.



.«La Administración está hecha así», confesó uno de los interventores, que admitió que las irregularidades afectan al 100% de los casos. Quizás fue tan franco porque su afirmación, a efectos prácticos, no tiene consecuencias. Tanto los beneficiados por las ayudas, cuyo uso quedará para siempre en el territorio de las incógnitas, como el susanato saben que cuentan con un aliado imbatible: el paso de los días, que deja en suspenso los derechos más sagrados, valida el afano partidario y permite a la juez Núñez Bolaños, dado que la Junta no colabora, archivar causas como la que implica a Rafael Velasco, ex número dos del PSOE andaluz. Gracias a esta eficacia, los comisionados libres sólo podrán constatar la evidencia del caos. Los socialistas nos dirán, como siempre, que Andalucía es Suecia. Y fuese y no hubo nada.

Lo peor no es el fraude. Es la imposibilidad de perseguirlo. Las ayudas concedidas entre 2002 y 2008 -siete años largos- han prescrito. Están en el limbo. Uno se pregunta cómo es posible. Los manuales de Derecho lo explican con el argumento de la seguridad jurídica. Por lo visto, no rige para los contribuyentes: sólo se aplica en beneficio de los supuestos delincuentes. Debemos ser comprensivos: algunos se han reformado gracias a las plusvalías obtenidas tras muchos años de cercanía al poder. Las pruebas han sido borradas. Y la alarma social se diluye cuando la corrupción es una costumbre. Se cumple así la máxima agustiniana: el tiempo real, ciego ante el pasado, impide que la justicia enjuicie, hace que los imputados no recuerden nada cuando tienen que testificar y facilita que el mayor de los saqueos quede en humo aéreo. De Llera, la mano que mece las causas, dice que Chaves y Griñán son honrados «porque viven pobremente». Se ve que las verdaderas estadísticas sociales las consulta poco. Los pobres no son ellos. Somos todos nosotros, que pagamos esta farsa.



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