miércoles, 23 de abril de 2014

OPINIÓN ¡Esto es un escándalo! ¡Aquí se roba!

Señaladamente es lo que acaece en una Andalucía

La presidenta de la Junta, Susana Díaz, durante un desayuno...

Por eso, cuando la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, pregona su implacabilidad con la corrupción, como hace ahora a cuenta de la estafa de los fondos de formación destapado por la Policía, habría que pedirle que menos rasgarse las vestiduras con asuntos que conoce de primera mano, sin que tenga que venir nadie a revelárselos, y más atacar a fondo el problema, aunque ella se beneficie de sus réditos electorales, como el susodicho inspector Renault se trasegaba su ajustado porcentaje del casino del amigo Rick.



http://www.elmundo.es/andalucia/2014/04/22/5356a06e22601dda278b457f.html



Toda subvención genera corrupción y dependencia, además de desincentivar a quienes desean mejorar su nivel de vida con el trabajo y el ahorro, y parte de los cuales, desalentados, terminan por desertar en su empeño engrosando la incesante lista de aspirantes a perceptores de rentas públicas. Ello produce la paradoja de que cuantos más fondos públicos se destinan a paliar un problema, más empeora éste, confirmando la lógica perversa de las economías fuertemente subvencionadas: irradian el mal que persiguen remediar. En suma, todo lo que se subvenciona se deprecia y se corrompe.
Señaladamente es lo que acaece en una Andalucía que, con condiciones para ser la California europea, en vez de simple añagaza propagandística de quienes la gobiernan estos treinta años largos de autonomía, no acorta la brecha con el resto de regiones europeas pese a la ingente llegada de fondos comunitarios y timbra el dudoso honor de encabezar el paro continental con cifras de vértigo. Para colmo de desgracias, esa lacerante putrefacción se incentiva, cuando no se subvenciona, por el poder político. Es la argamasa de unrégimen clientelar que garantiza la perpetuación de sus promotores. No es ya que las subvenciones sean agua llovida al mar sin provecho, sino que es un negocio político, además de económico, para sus benefactores e intermediarios, por lo que se entiende que goce de la complicidad de quienes están obligados a combatir la podredumbre.
Así, en cuanto salta un asunto de esta índole a los titulares de prensa, esos gobernantes adoptan similar hipocresía a la del célebre gendarme Renault de la película "Casablanca". Cuando el mayor alemán Strasser le ordena clausurar el "Café de Rick", hecho un basilisco porque el resistente antinazi Laszlo hubiera inflamado los ánimos patrióticos de los concurrentes entonando la Marsellesa, su propietario (Bogart) le exige una razón y Renault le replica cínicamente: "Es un escándalo: acabo de descubrir que en este local se juega...", mientras su mano atrapa el fajo de billete que le desliza el croupier con arraigada inercia.
Por eso, cuando la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, pregona su implacabilidad con la corrupción, como hace ahora a cuenta de la estafa de los fondos de formación destapado por la Policía, habría que pedirle que menos rasgarse las vestiduras con asuntos que conoce de primera mano, sin que tenga que venir nadie a revelárselos, y más atacar a fondo el problema, aunque ella se beneficie de sus réditos electorales, como el susodicho inspector Renault se trasegaba su ajustado porcentaje del casino del amigo Rick.
Se argüirá que lleva sólo seis meses al frente de la Junta y que este episodio se corresponde con los mandatos de Chaves y Griñán. Pero no es menos cierto que, en sus distintas encomiendas en el PSOE y en el Gobierno, Díaz ha sido connivente de esa corrupción institucionalizada, por lo que todo se resume en aspavientos y en simular una actividad que no se traduce en nada. Es más, como acredita la juez Alaya en el sumario de los EREs falsos, la supuesta investigación interna de la Junta ha servido para bastardear los expedientes y borrar las huellas que pudieran desatar nuevas y mayores imputaciones en un fraude que ya alcanza a 166 encausados, entre ellos dos expresidentes.
Desoyendo a quienes reclaman "luz y taquígrafos", opta por la oscuridad de investigaciones internas para que se queden en su oído interno. Difícilmente pueden resultar creíbles quienes, con su nulo respeto a la ley, autorizan a violarla con su inacción y complicidad, por más que quieran hacer que las mentiras parezcan verdades vociferando con la agitación del inspector Renault: "¡Esto es un escándalo! ¡Aquí se roba!", al tiempo que se embolsan los réditos dinerarios y electorales de tanta corrupción subvencionada.
Francisco.rosell@elmundo.es

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